Al fondo está la piscina de los hipopotámos. Hay dos. Uno completo, al que se suben los peques, en su lomo y otro hipopotámo, sólo su cabeza, mirando al cielo, y detrás hay arbolado y montañas. El paisaje y entorno es espectacular. Entras andando a esa piscina como si fuera una playa, por un lateral y cada vez te va cubriendo más. Por eso, si no se sabe nadar con fluidez es recomendable usar manguitos o flotador o ambas cosas a la vez y para tirarse por los toboganes puedes acompañar a tu peque, para recogerlo una vez que se tira.
Entre la piscina de bebés y la de hipopótamos, que tiene un aforo de 90 personas y está recomendada para niños a partir de 6 años, hay dos toboganes, principal atracción de las piscinas y de las que se tiran los niños con sus hermanos, primos, amigos o padres. Y que no tiene que envidiarle nada a ningún parque acuático. Además como no está nada masificado las colas no son muy grandes y los peques disfrutan al máximo y los padres, también, de ver cómo disfrutan y se lo pasan genial.
La piscina grande, aunque no llama tanto la atención de los pequeños, al haber toboganes en las otras tres, es ideal para hacer largos y relajarse. La menor altura, es de 1.30 metros de profundidad. Todas las piscinas cuentan con sillas eléctricas de acceso para minusválidos. En los alrededores, hay césped y unas sombras espectaculares para sentarse o tumbarse con la toalla y desde allí divisar a los peques, aunque lo más sensato es no perderlos nunca de vista.
Al bar de las instalaciones, se puede acceder desde dentro del recinto y también por fuera, si no quieres acceder a las instalaciones de la piscina, para darte un baño. En el merendero, hay mesas y bancos de piedra, para sentarse al sol o a la sombra y un parque para jugar mientras comen o han terminado de comer y quieren distraerse un poco, antes de volver acceder al recinto para continuar con las jornadas de baños. Sin duda, volveremos. ¡Feliz verano!
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