Los psicólogos recomiendan fabricar el frasco con los niños para preguntares qué cosas creen ellos que se podrían resolver con el frasco. Lo importante no es deshacerse de las emociones, sino aprender a fluir con ellas y poder canalizarlas para encontrar nuestro equilibrio interior. Si los niños ven que nosotros tenemos nuestro propio frasco o se lo pedimos prestado cuando estamos acelerados y necesitamos calmarnos, les enseñamos que ante una emoción intensa, nos pausamos y buscamos ayuda para volver a centrarnos. Esta actitud le va a ser útil al niño para el resto de su vida, para canalizar sus emociones, pensamientos e impulsos.
Otra actividad que me relaja mucho y que me permite anclar mi atención al momento presente es practicar la atención plena. Mientras estoy fregando los platos observo cómo cae lentamente el agua en cada plato, en cada cubierto. Es como si estuviera practicando meditación, que luego me permite afrontar el resto de problemas de la vida diaria con mucha más soltura y eficiencia y no tener pensamientos negativos, que me limiten o me desborden. Es muy importante no actuar cuando nuestras emociones nos desborden, porque podemos decir o hacer cosas que no diríamos ni haríamos si estuviéramos en frío. Con los niños es muy difícil conseguir este autocontrol, que todavía están desarrollándolo. Pero sí podemos enseñarles, desde ya, mecanismos y estrategias para controlar sus emociones. ¡Qué la fuerza os acompañe!
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